jueves, 6 de octubre de 2016

Okhlos, el caos al poder



Para los filósofos griegos,  el reverso oscuro de la monarquía es la tiranía, que es el poder único sin control; el lado oscuro de la aristocracia es la oligarquía, que es el poder de unos pocos, que no son los mejores; y el lado demencial de la democracia es la oclocracia, el poder de la turba popular, el okhlos. Ese es el origen del nombre de este juego demencial.

 ¡En este juego tú controlas a la turba! ¡Abajo el orden y el sistema establecido! ¡Viva el caos! ¡Anarquía en la Polis! ¿Zeús? ¿Ares? ¡A por ellos!

 Gracias a una compañía argentina, Coffee Powered Machine, controlas a una multitud furibunda de ciudadanos helenos, rebelada contra los hombres y los dioses.  
 Sé su guía a través de famosas ciudades griegas, santuarios e incluso las profundidades del Hades. Aumenta su rabia, desde una turba tranquila, que solo rompe cosas y da algún sopapo, a una turba megacaótica, que derriba templos y da palizas a los propios dioses. Avanza, muévete y desmadra todo a tu alrededor. ¡El okhlos no puede parar, recuérdalo!

Empezamos con poca gente en una tranquila polis...

 La mecánica del juego parece sencilla, pero esconde mucha miga y gran dosis de humor. No por nada es un juego que ha cosechado estupendas críticas.

..y nos convertimos en una turba imparable

  Tu turba en movimiento no es una masa única. Está formada por ciudadanos, guerreros, defensores, esclavos, héroes y hasta animales de toda clase, que vas reclutando en tu deambular sin fin por las diferentes ciudades. Cada uno tiene sus habilidades. Por encima de todos están los filósofos, que a ser posible se debe reclutar más de uno, pues si mueren se acaba el juego. Los mueves de manera diferente a la turba, que se dispersa, se junta y los defiende si así se lo ordenas. 
 Hay que tener los ojos atentos, porque los enemigos cada vez serán más duros de vencer. Los dioses enviarán contra ti toda clase de seres míticos, desde centauros a esfinges, sin olvidar minotauros y los humanos sacerdotes de Delfos, que son muy puñeteros. Cada uno con su propia forma de pelear, desde embestir a tirar veneno encima de tu okhlos.

Dando caña a los sacerdotes de Delfos

Cada ciudad tiene su propio paisaje y enemigos, están divididas en sectores que se generan de manera procedural, por lo que cada partida será diferente en aspecto y enemigos. Al final de cada ciudad, te enfrentarás a un dios, que te lo pondrá muy difícil, como dios olímpico que es, ¿o acaso te esperabas un paseo? Necesitas que la turba esté muy cabreada y fuerte cuando llegue hasta él para darle un saco de tortas a su divina figura, porque no podremos reclutar gente ante su presencia.
 Si lo pasas a gorrazos, llegaremos a un puesto de mercado, donde podremos cambiar unidades y conseguir héroes, para continuar a la siguiente ciudad en nuestro camino hasta la batalla final, tras pasar siete ciudades.

Ni Afrodita se salva de la paliza

 Los gráficos son retro de los años 90, pixelados, pero hechos con mucho cuidado. Son ideales para el caos de demoliciones en que se acaban convirtiendo las partidas. Aunque pronto pasaremos de destruir como salvajes a pensar qué reclutamos y en qué héroes confiamos para alistar en nuestra turba.
 Todo lo que nos encontremos es añadido a una enciclopedia personal, donde podremos leer biografías desbordantes de humor. Un complemento simpático que además ayuda a conocer más los elementos del juego.

Los dioses para palizar

Otro aliciente más del juego es su variada banda sonora, que es tan buena que también la venden por separado. Da gusto ir destrozando ciudades a su ritmo.
Por otra parte, si llegamos al final, descubriremos que es divertido volverlo a jugar, porque dependiendo de lo que hayamos hecho, habremos despertado nuevas unidades y dioses para próximas partidas. Un buen toque de rejugabilidad para un juego que, en principio, no parece tenerla.


 En fin, si es que tampoco es necesario decir mucho más… ¿Quién no ha querido dirigir alguna vez una turba enfurecida?  

Os dejamos con el vídeo de una partida:

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